Por Norberto Álvarez Debans
CUENTO
Era una cosa de locos el armatoste. El joven Coqui siempre soñó con hacerlo. Un buen día, la fiebre de la creación desatada en él, entonces; La loca carrera dirigiéndose al baldío. Allí, entre el pastizal y las basuras lo construyó. A primera vista no se parecía a nada conocido. El humilde Coqui apareció sobre el medio día, en la calle principal de Paraná, esquivando autos y peatones. Casi no se lo veía, oculto como estaba dentro del armatoste. Se lo había calzado a la altura de la cintura, se apreciaba algo como un enorme fuselaje de avión, que colgaba de sus hombros sostenido con unos viejos tiradores. Solo le dejaba libre la cabeza con su cabellera desgreñada, las piernas velludas, y sus pies, calzados con zapatillas rojas sin cordones. Parecía que las iba a perder en cualquier momento, mientras corría a los saltos balanceando el armatoste. A la altura de los hombros tenía adherida un par de alas, una salía recta hacia un costado, como la de un avión y la otra, apuntaba hacia arriba, con bordes ondulados, como la de una mariposa, a las que inflingía torpes movimientos con sus brazos levantados.
¡La algarabía que produjo el Coqui con el armatoste, en pleno centro de la ciudad! Era casi increíble verlo así, en esa situación. Bocinazos, frenadas bruscas, gritos y corridas de la gente. El, indiferente, más bien se lo veía feliz con su locura. De pronto, advirtió un espacio libre en el tránsito delante de él, y con nuevos bríos emprendió una carrera brincando con trancos largos, aullando como un lobo, quizás imitando un motor, mientras hacía flamear el ala y la vela; Una sube, la otra baja, ambas bajan, ambas suben, torpes y desparejas. A los costados, en la vereda y detrás de él en la calzada, se habían congregado un enjambre de chicos, mofándose y arrojándole piedras, mientras lo alentaban burlonamente: ¡Volá! Coqui. ¡Volá! ¡Volá! ¡Volá!
Pobre Coqui, las frágiles cañas y las viejas maderas junto con los retazos de trapos de diferentes colores, anudados entre si y que pretendían dar forma de avión al armatoste, comenzaban a desprenderse. El cansancio del Coqui, jadeante y sudoroso, se hacía evidente, Sin embargo, pareciera que lo impulsaban a acorrer más, más y más entre el tráfico, mientras sorteaba los autos. Se notaba que había cambiado el ritmo del aleteo, por movimientos más bruscos y grotescos. El Coqui, era bastante delgado, parecía débil, a simple vista. Se cayó dos o tres veces, en medio de la calle, levantándose rápidamente en su afán por volar. La cola del fuselaje, hecha de palos de escobas y cartones, amenazaba con desprenderse. De pronto, el armatoste comenzó a elevarse lentamente, primero sobre los coches, luego, más y más arriba, hasta volar, sobre los techos de los viejos edificios.
Loa conductores de los vehículos, ya fuera de ellos y el numeroso público, miraban hacia lo alto, boquiabiertos, incrédulos y sorprendidos, por la hazaña. Poco a poco se les fue borrando las sonrisas burlonas de sus rostros y se izo un prolongado silencio,.. ante el estupor de lo increíble.
Mientras tanto, la primitiva figura del armatoste con el Coqui adentro, aleteando débilmente, sin sus zapatillas, con los pies desnudos, se desvanecía en el cielo azul de Paraná. En la calle quedaron esparcidas sus viejas zapatillas rojas, desteñidas y sin cordones. Poco a poco los automóviles comenzaron a moverse, esquivandolas cuidadosamente para no pisarlas.
Cuento del libro inédito: Pájaros volados" Cuentos breves. (1985-1987)
Referencia:“El Coqui” era un muchachito humilde que poco a poco fue enloqueciendo y que viviera en la ciudad de Paraná, Entre Ríos. Solía parar en la puerta del Bar Florida, frente a la Plaza de Mayo. Era muy pacífico e imaginativo, sus conversaciones, oscuras, inconexas, siempre versaban sobre Kin Kong que lo fascinaba. Al otro día, después de esta historia de la que fui testigo, se publicó en el Diario La Acción la noticia, en primera plana y fue muy comentada. A partir de este hecho, nunca más se volvió a ver al Coqui en la ciudad.
Copyright Norberto Alvarez Debans
sábado, 12 de julio de 2008
martes, 29 de abril de 2008
Literatura: Fin del idilio
CUENTO
Por Norberto Alvarez Debans
La posibilidad existe, pero hay que proceder con cuidado. Sobretodo si el frasco que la contiene es de boca ancha. ¡La miel es tan diferente! Es sublime, pero tan pegajosa, muy pegajosa. La mermelada es distinta, es dulce, es cierto, pero la produce una máquina en alguna fábrica, con esa frialdad sin connotaciones, propias de un tornillo o una herramienta. La miel es tan diferente. La fabrican las abejitas. Esos abnegados insectos explotados por el hombre, aunque la palabra insecto suena a mosca, mejor decirles animalitos, como a un gatito o un perro. Animalito es más efectivo, más familiar.
Pero; ¡cuidado!, ellas también tienen su carácter, por ahí se enojan y vienen dotadas de un exocet, que se lo mandan a guardar al apicultor más avezado -aunque revienten en el intento. Una suerte de kamikaze pegajoso. Pero así y todo me gustan igual, porque son tan dulces y amargas como la vida -el aguijón es el amargo...
Y la cucharita se fue nomás, adentro del frasco. Tanto cuidado, tantas divagaciones intrascendentes, y al final el temido baño pegajoso. No tengo otro remedio que sacarla, para lo cual es aconsejable usar otra cucharita a modo de caña de pescar y socorrer la accidentada. ¡Claro!, en el intento siempre algo se pierde. Es inevitable que la mano izquierda se pegotee toda con el frasco (ya de por sí, chorreado y pegajoso) y la derecha, ni te cuento cuando tomas la cucharita ahogada en la miel. Así es como con las manos pegajosas trato de sacar una tostada y se pegotea la tostadora y la cucharita bañada de miel sigue chorreando el producto de las abejitas. ¡Ya sé!, la coloco sobre el plato del pocillo, sin poder evitar ensuciar el asa del pequeño recipiente, que tomado entre los dedos da la sensación de tener poximit como si no fuera a desprenderse jamás, y ahora el platito se llena del líquido ámbar viscoso que se desprende interminable de la cucharita recién bañada, perfumada de azahares, (según certifica la etiqueta), y va cubriendo de brillo los dibujos del platito, como un barniz.
Con los diez dedos entremezclados en el repasador, trato de limpiarme las manos, pero lo pegoteo todo y sólo consigo desparramarla como una gran crema para manos, como si fuera la diadermina de las abejas. Con las manos ahora sucias en forma pareja, es decir; con un pegote general, tomo la tostada, (la frase suena a política), e intento con la cucharita más limpia sacar un poco de miel del frasco de boca ancha y con cuidada artesanía pinto la tostada. Al intentar el bocado, no vi una gota que subrepticiamente se descolgaba por un agujerito de la tostada y estirándose lánguidamente, como bolita perlada de rocío, se desliza contenta cuesta abajo sobre mi corbata, escapando a mi hambre.¡Abejas de mierda!, porque no se actualizan y hacen miel menos pegajosa. ¡Vieeejaaa!, compra mermelada para el desayuno. No traigas más esta porquería.
Copyryght Norberto Alvarez Debans
Por Norberto Alvarez Debans
La posibilidad existe, pero hay que proceder con cuidado. Sobretodo si el frasco que la contiene es de boca ancha. ¡La miel es tan diferente! Es sublime, pero tan pegajosa, muy pegajosa. La mermelada es distinta, es dulce, es cierto, pero la produce una máquina en alguna fábrica, con esa frialdad sin connotaciones, propias de un tornillo o una herramienta. La miel es tan diferente. La fabrican las abejitas. Esos abnegados insectos explotados por el hombre, aunque la palabra insecto suena a mosca, mejor decirles animalitos, como a un gatito o un perro. Animalito es más efectivo, más familiar.
Pero; ¡cuidado!, ellas también tienen su carácter, por ahí se enojan y vienen dotadas de un exocet, que se lo mandan a guardar al apicultor más avezado -aunque revienten en el intento. Una suerte de kamikaze pegajoso. Pero así y todo me gustan igual, porque son tan dulces y amargas como la vida -el aguijón es el amargo...
Y la cucharita se fue nomás, adentro del frasco. Tanto cuidado, tantas divagaciones intrascendentes, y al final el temido baño pegajoso. No tengo otro remedio que sacarla, para lo cual es aconsejable usar otra cucharita a modo de caña de pescar y socorrer la accidentada. ¡Claro!, en el intento siempre algo se pierde. Es inevitable que la mano izquierda se pegotee toda con el frasco (ya de por sí, chorreado y pegajoso) y la derecha, ni te cuento cuando tomas la cucharita ahogada en la miel. Así es como con las manos pegajosas trato de sacar una tostada y se pegotea la tostadora y la cucharita bañada de miel sigue chorreando el producto de las abejitas. ¡Ya sé!, la coloco sobre el plato del pocillo, sin poder evitar ensuciar el asa del pequeño recipiente, que tomado entre los dedos da la sensación de tener poximit como si no fuera a desprenderse jamás, y ahora el platito se llena del líquido ámbar viscoso que se desprende interminable de la cucharita recién bañada, perfumada de azahares, (según certifica la etiqueta), y va cubriendo de brillo los dibujos del platito, como un barniz.
Con los diez dedos entremezclados en el repasador, trato de limpiarme las manos, pero lo pegoteo todo y sólo consigo desparramarla como una gran crema para manos, como si fuera la diadermina de las abejas. Con las manos ahora sucias en forma pareja, es decir; con un pegote general, tomo la tostada, (la frase suena a política), e intento con la cucharita más limpia sacar un poco de miel del frasco de boca ancha y con cuidada artesanía pinto la tostada. Al intentar el bocado, no vi una gota que subrepticiamente se descolgaba por un agujerito de la tostada y estirándose lánguidamente, como bolita perlada de rocío, se desliza contenta cuesta abajo sobre mi corbata, escapando a mi hambre.¡Abejas de mierda!, porque no se actualizan y hacen miel menos pegajosa. ¡Vieeejaaa!, compra mermelada para el desayuno. No traigas más esta porquería.
Copyryght Norberto Alvarez Debans
miércoles, 9 de enero de 2008
Hambre
Por Norberto Alvarez Debans
CUENTO
El asunto es procurarse un cospel, del fondo de alguno de los bolsillos. Después, el molinete. Mezcla de alcancía y barrera, que en atención al depósito, abre las puertas al viaje. El paseo es rápido.
El señor del silbato, con la estridencia del pequeño instrumento te despierta en cada estación y con la llave de tubo que extrae del cinto, abre las puertas del vagón. ¡Estación, pito y llave!, Hasta llegar a destino. Allí la gente en tropel que sale y la pelea con los que quieren entrar. Nosotros los que llegamos más tarde, ellos los que madrugaron y ya vuelven. Uno-a-uno, dos-a-uno, forcejeo y lucha. Tres que salen, uno que entra. Estación, pito y llave. ¡Tres a Tres! Final, y el cuello de botella; la angosta escalera mecánica, hoy: ¡Sorpresa!
Casi al llegar arriba, (cómodamente transportados), la gente que se demora en salir... ¡gritos! Nadie sabe qué pasa. Rumores. Un viejo agazapado en la boca de la escalera, tirado en el piso, lucha contra ella y sus dientes de acero, para que no le lleve un pié. Ya le tragó el mocasín, y ahora no puede impedir que le absorba la media, desnudando su escuálida extremidad.
Los mayores, con torpes e imprevisibles movimientos caen sobre él. Los más jóvenes saltan. ¿Y la escalera? La escalera mecánica sigue subiendo gente que se amontona sofocada. Ya le llevó la media al viejo y ahora le quiere comer los dedos del pie. Una mujer calzada con botas, por socorrerlo, no pudo evitar que la insaciable escalera le devore las suelas de goma. Los dedos de los pies de la mujer sangran, los del viejo también. La escalera voraz quiere llevarse a otros.
La gente se sigue amontonando sobre el viejo, ya cansado de luchar, y van cayendo unos sobre otros sofocándolo. Algunos testigos gritan desesperados: ¡Paren la escalera! ¡La escalera, por favor! Pero no hay quien sepa hacerlo, ella sigue incesante, apilando gente y se las va comiendo, se las va comiendo, se las va comiendo...
Referencias:
Cuento del libro inédito ZANGAMANGA, cuentos para leer bajo el paraguas. Recopilación 1982-1985.
"Cóspel", Moneda que se compraba en boleterías para viajar en los "subtes".
"Señor del silbato", Guarda (argentinismo) que hacía sonar un silbato cuando llegaba a cada estación.
"Llave de tubo", Pequeña herramienta que insertaba en una “cajita” para que se abrieran las puertas de los vagones.
Buenos Aires, 1º de agosto de 1982. Estación Florida, subterráneo línea B, 10:55 horas.
Los nombres de los desaparecidos no fueron suministrados.
CUENTO
El asunto es procurarse un cospel, del fondo de alguno de los bolsillos. Después, el molinete. Mezcla de alcancía y barrera, que en atención al depósito, abre las puertas al viaje. El paseo es rápido.
El señor del silbato, con la estridencia del pequeño instrumento te despierta en cada estación y con la llave de tubo que extrae del cinto, abre las puertas del vagón. ¡Estación, pito y llave!, Hasta llegar a destino. Allí la gente en tropel que sale y la pelea con los que quieren entrar. Nosotros los que llegamos más tarde, ellos los que madrugaron y ya vuelven. Uno-a-uno, dos-a-uno, forcejeo y lucha. Tres que salen, uno que entra. Estación, pito y llave. ¡Tres a Tres! Final, y el cuello de botella; la angosta escalera mecánica, hoy: ¡Sorpresa!
Casi al llegar arriba, (cómodamente transportados), la gente que se demora en salir... ¡gritos! Nadie sabe qué pasa. Rumores. Un viejo agazapado en la boca de la escalera, tirado en el piso, lucha contra ella y sus dientes de acero, para que no le lleve un pié. Ya le tragó el mocasín, y ahora no puede impedir que le absorba la media, desnudando su escuálida extremidad.
Los mayores, con torpes e imprevisibles movimientos caen sobre él. Los más jóvenes saltan. ¿Y la escalera? La escalera mecánica sigue subiendo gente que se amontona sofocada. Ya le llevó la media al viejo y ahora le quiere comer los dedos del pie. Una mujer calzada con botas, por socorrerlo, no pudo evitar que la insaciable escalera le devore las suelas de goma. Los dedos de los pies de la mujer sangran, los del viejo también. La escalera voraz quiere llevarse a otros.
La gente se sigue amontonando sobre el viejo, ya cansado de luchar, y van cayendo unos sobre otros sofocándolo. Algunos testigos gritan desesperados: ¡Paren la escalera! ¡La escalera, por favor! Pero no hay quien sepa hacerlo, ella sigue incesante, apilando gente y se las va comiendo, se las va comiendo, se las va comiendo...
Referencias:
Cuento del libro inédito ZANGAMANGA, cuentos para leer bajo el paraguas. Recopilación 1982-1985.
"Cóspel", Moneda que se compraba en boleterías para viajar en los "subtes".
"Señor del silbato", Guarda (argentinismo) que hacía sonar un silbato cuando llegaba a cada estación.
"Llave de tubo", Pequeña herramienta que insertaba en una “cajita” para que se abrieran las puertas de los vagones.
Buenos Aires, 1º de agosto de 1982. Estación Florida, subterráneo línea B, 10:55 horas.
Los nombres de los desaparecidos no fueron suministrados.
viernes, 5 de octubre de 2007
Integración en uno

Por Norberto Alvarez Debans
En verdad se ha dicho bien, “en todo objeto hay un significado inagotable: el ojo ve en él la significación que en él pone” (Thomás Carlyle)
La veía frente a mí. Más preciso; ella estaba frente a mi ojo izquierdo, enfrentaba a ese ojo con sus múltiples ojos. Por un instante supe que nos mirábamos. Ella, suspendida, casi inmóvil, me enfrentaba. Luego se iba. Al rato volvía. Se iba y volvía. Es curioso, pero tenía la impresión de que más que mirarme el ojo, buscaba su imagen en él, como en un espejo. Por mi parte, sólo divisaba sus múltiples ojos y el agitar de sus alitas. Después ella desaparecía...
Fui al oculista a referir mis preocupaciones. Me hizo un fondo de ojos, ¿diagnóstico?: -Retina perforada. Hay que vigilar el ojo. Venga cada tres meses. En todo caso, rayo láser, una soldadura y ya está. ¡No es nada!
Me daba cuenta ahora, ese agujerito era esa mancha en el papel cuando leía, en la pared cuando salía al patio, en el cielo cuando elevaba la mirada... –Es una “mosca volante”. Me dijo el médico. –Va hacia donde usted mira.
Y sí. Allí estaba, con sus múltiples ojos, volando frente a mi ojo izquierdo. Pero ahora lo sé, ella entra y sale por ese agujerito de la retina que descubrió el médico. Por coquetería, se mira en mi ojo izquierdo, cuando sale o entra por el agujerito. Por eso, nos acostumbramos mutuamente a vernos, nos vemos siempre...Por eso, jamás podría cerrarle esa puerta, esa integración conmigo, menos aún violentarla con el láser.
En verdad se ha dicho bien, “en todo objeto hay un significado inagotable: el ojo ve en él la significación que en él pone” (Thomás Carlyle)
La veía frente a mí. Más preciso; ella estaba frente a mi ojo izquierdo, enfrentaba a ese ojo con sus múltiples ojos. Por un instante supe que nos mirábamos. Ella, suspendida, casi inmóvil, me enfrentaba. Luego se iba. Al rato volvía. Se iba y volvía. Es curioso, pero tenía la impresión de que más que mirarme el ojo, buscaba su imagen en él, como en un espejo. Por mi parte, sólo divisaba sus múltiples ojos y el agitar de sus alitas. Después ella desaparecía...
Fui al oculista a referir mis preocupaciones. Me hizo un fondo de ojos, ¿diagnóstico?: -Retina perforada. Hay que vigilar el ojo. Venga cada tres meses. En todo caso, rayo láser, una soldadura y ya está. ¡No es nada!
Me daba cuenta ahora, ese agujerito era esa mancha en el papel cuando leía, en la pared cuando salía al patio, en el cielo cuando elevaba la mirada... –Es una “mosca volante”. Me dijo el médico. –Va hacia donde usted mira.
Y sí. Allí estaba, con sus múltiples ojos, volando frente a mi ojo izquierdo. Pero ahora lo sé, ella entra y sale por ese agujerito de la retina que descubrió el médico. Por coquetería, se mira en mi ojo izquierdo, cuando sale o entra por el agujerito. Por eso, nos acostumbramos mutuamente a vernos, nos vemos siempre...Por eso, jamás podría cerrarle esa puerta, esa integración conmigo, menos aún violentarla con el láser.
Del libro inédito:
ZANGAMANGA Cuentos para leer bajo el paraguas. Capítulo 3, Bajo el 3º paraguas de Norberto Alvarez Debans, Buenos Aires 1982-1985.
Ilustración: Detalle, ojo izquierdo del autorretrato del cuadro del autor: "Hacia el blanco" (2003)
jueves, 19 de julio de 2007
Destellos
CUENTO
Por Norberto Álvarez Debans
Por Norberto Álvarez Debans
Lo estupendo de la alegría es que viene sin merecerla. (Herman Hesse)
Llegó al hotel prendido de la imagen que capturó de un aviso en la tele. Al abrir la puerta de la habitación asignada vio la humedad prendida de las paredes. Su corazón dio un vuelco y casi se le cayó dentro del bolsillo de la camisa color rosa.
Reponiéndose, increpó duramente al botones, al tiempo que masajeaba su intrépido corazón, volviéndolo delicadamente a su lugar. Atónito el botones por lo que veía, llevó al pasajero ante el conserje. Este, tras una larga charla, propia de un relacionista público, lo empaquetó. El hombre y el corazón, volvieron y tras colocarse un impermeable, que generosamente le proveyera el conserje, durmieron plácidamente en la habitación asignada en una latente unidad.
La humedad en acuosa armonía siguió prendida de las paredes, hasta que la meditación y el silencio de la vigilia lloró su angustia sobre las paredes, con gruesos goterones. Inundando con su insensible actitud la habitación y ahogando al pasajero.
Por la mañana cuando el botones abrió la habitación, una avalancha de agua se le vino encima y el cuerpo con la camisa rosada y el impermeable blanco (aún abrochado) lo derribaron, ahogándose también el botones, junto con su curiosidad.
Ante el creciente escándalo y los gritos de sorpresa y dolor que profiriera el botones, el conserje, presuroso concurrió al lugar, sin advertir en el piso al atlético corazón del desgraciado pasajero, que tratando de salvarse había saltado del cuerpo que lo albergaba y latente y vigoroso aún, fue pisado por el conserje, tiñendo de rojo sangre la alfombra beige. Con tan mala suerte, que por efectos del resbalón fue a dar con su cabeza contra un delgado tabique. En su torpe acción murió, derribando parte de la mampostería, dejando al descubierto una inmensa fortuna en brillantes que habían permanecido oculta entre los ladrillos. Como si fueran bolitas rodaron y regaron el piso con llamativos reflejos, esparciéndose entre los muertos.
El agua, que se escurría por el pasillo del hotel buscando su nivel, iba arrastrando las piedras preciosas. Provocando el arrojo del personal –siempre atento a los valores- y limpiándole la sangre del inquieto corazón del pasajero, las elevaban por sobre sus cabezas, mirándolas al trasluz, mientras las hacían girar, dejándose bañar por sus destellos. Con alegría, saltaban y brincaban, jurando haber llegado al mismísimo cielo.Del libro inédito:
Pájaros volados. Cuentos breves. Buenos Aires, 1985/1987
Llegó al hotel prendido de la imagen que capturó de un aviso en la tele. Al abrir la puerta de la habitación asignada vio la humedad prendida de las paredes. Su corazón dio un vuelco y casi se le cayó dentro del bolsillo de la camisa color rosa.
Reponiéndose, increpó duramente al botones, al tiempo que masajeaba su intrépido corazón, volviéndolo delicadamente a su lugar. Atónito el botones por lo que veía, llevó al pasajero ante el conserje. Este, tras una larga charla, propia de un relacionista público, lo empaquetó. El hombre y el corazón, volvieron y tras colocarse un impermeable, que generosamente le proveyera el conserje, durmieron plácidamente en la habitación asignada en una latente unidad.
La humedad en acuosa armonía siguió prendida de las paredes, hasta que la meditación y el silencio de la vigilia lloró su angustia sobre las paredes, con gruesos goterones. Inundando con su insensible actitud la habitación y ahogando al pasajero.
Por la mañana cuando el botones abrió la habitación, una avalancha de agua se le vino encima y el cuerpo con la camisa rosada y el impermeable blanco (aún abrochado) lo derribaron, ahogándose también el botones, junto con su curiosidad.
Ante el creciente escándalo y los gritos de sorpresa y dolor que profiriera el botones, el conserje, presuroso concurrió al lugar, sin advertir en el piso al atlético corazón del desgraciado pasajero, que tratando de salvarse había saltado del cuerpo que lo albergaba y latente y vigoroso aún, fue pisado por el conserje, tiñendo de rojo sangre la alfombra beige. Con tan mala suerte, que por efectos del resbalón fue a dar con su cabeza contra un delgado tabique. En su torpe acción murió, derribando parte de la mampostería, dejando al descubierto una inmensa fortuna en brillantes que habían permanecido oculta entre los ladrillos. Como si fueran bolitas rodaron y regaron el piso con llamativos reflejos, esparciéndose entre los muertos.
El agua, que se escurría por el pasillo del hotel buscando su nivel, iba arrastrando las piedras preciosas. Provocando el arrojo del personal –siempre atento a los valores- y limpiándole la sangre del inquieto corazón del pasajero, las elevaban por sobre sus cabezas, mirándolas al trasluz, mientras las hacían girar, dejándose bañar por sus destellos. Con alegría, saltaban y brincaban, jurando haber llegado al mismísimo cielo.Del libro inédito:
Pájaros volados. Cuentos breves. Buenos Aires, 1985/1987
lunes, 18 de junio de 2007
Influencias de un tío adepto
CUENTO
Por Norberto Álvarez Debans
Me van a preguntar, ¿adepto a qué?, seguro. El Tío es adepto a la vida. Lo dice siempre; -"Amo la vida". Por eso casi no duerme, dice que el sueño es la muerte y la cama el ataúd. Ahora ha aprendido a dormir parado en el baño. Cuando termina de cenar; ve un poco de tele, lee un rato y luego va y se arrincona en el baño. Se envuelve los pies con una toalla. Se abriga con el sobretodo y apoyando una mano sobre el perchero, dormita (no duerme), y así, sueña en ese estado de vigilia que le da el dormir parado.
Todos en casa decimos que su amor a la vida lo está trastornando. Con decirle que casi no come. Tío explicó que comer gasta las muelas, el estómago y otras partes. Que si se come, se mata la vida. Entonces toma agua mineral, cualquier cantidad, por eso de que el agua purifica, y come frutas porque es más natural, y la manzana que es la fruta de la vida, y bla, bla, bla. Nosotros le decimos que es la del pecado, se lo dice papá en realidad. Tío afirma que es la de Newton, la de la fuerza de gravedad. Y como Tío a esto de no perder la vida le asigna cierta gravedad...¡Mira... es de creer o reventar!
Pero todo esto que les cuento, para no cansarlos, es sólo una mínima parte de lo que él hace para preservar la vida. Y lo peor del caso es que está influenciando a todos en la casa. Su adhesión a la vida ha contagiado a la Nona, que hasta hace muy poco ya se había entregado -como dice Pá- y sólo buscaba morirse. Pero tanto hizo el Tío Modestino que ahora ella tampoco quiere morirse y le ha agarrado unas ganas bárbaras de la inmortalidad. Los otros días por dormir parada terminó en el suelo, con un brazo quebrado, y fue todo un drama llevarla de madrugada al hospital. Para colmo de males Tío Modestino, que con el maldito asunto de dormir parado necesita como media hora para despertarse de la vigilia y hacer circular la sangre, ya que según nos dice se le queda toda en los pies, pero él pregona que es mejor todavía, porque así el corazón le trabaja menos.
Ahora, ¡es el colmo!, también Tía Pilar entró en la variante de Tío Modestino y se ha empeñado en preservar la vida. Ya se hizo un seguro en la creencia que este servicio, de por sí, le evitará la muerte. Pero por las dudas, no quiere cruzar más ninguna calle, por miedo a los accidentes. Así que desde que tomó esta decisión, sale de compras siempre y cuando el negocio este ubicado dentro de la manzana en que vivimos. Así es como se pasa dando vueltas a la manzana, pero jamás cruza la calzada. En todo caso sigue dando vueltas a la manzana hasta encontrar una vecina y cuando la ve le pide que se cruce y le compre lo que necesita en tal o cual negocio que está enfrente. Mientras tanto, ella sigue dando vueltas a la manzana, una y otra vez, porque así se ha acostumbrado. Y desde que contrajera esta manía, cuando la llaman a Tía Pilar, para que le alcance esto o aquello a algún miembro de la familia, (sobretodo Má), lo primero que hace es dar una vuelta sobre si misma. Seguramente en la creencia que está dando vueltas a la manzana. Así que la pobre Tía tiene una suerte de tic nervioso, ¡pero gigante!, que como cuenta Má; consiste en estar dando vueltas sobre si misma, cada vez que alguien le habla. Con decirles que el quiosquero de enfrente que la tiene bien junada la bautizó; "la calesita".
Tío Modestino es el culpable, el metió la cizaña en la casa, con esto de su adhesión a la vida.
Resulta que ahora Pá, ya no quiere afeitarse más. Por eso de que se puede cortar con la navaja y desangrarse. Así que se ha dejado crecer la barba y con la mishiadura que hay en la casa, con tanta locura junta por preservar la vida, el pobre viejo anda con una pinta de harapos que mata.
Para completar la desgracia que trajo Tío Modestino, Má ya no se quiere levantar de la cama, porque para ella, a pesar de lo que dice Tío, ve de lo más seguro estar en la cama para preservar la vida. Así que se la pasa acostada y meta dar órdenes de cómo hacer la limpieza, de cómo cocinar, de cómo como y como comemos.
¡Al carajo con todo esto! Les juro que a Tío Modestino le daría una patada en el culo, para que si se le pase la locura que tiene... pero pensándolo bien, descalzo no puedo, ¿sabes? Me ha agarrado un miedo bárbaro a ponerme los zapatos, por temor a que se me rompan los dedos ahí adentro. Y ahí sí que voy a terminar mi vida sin poder caminar, postrado o andando en una silla de ruedas.
Del libro de cuentos, inédito: Zangamanga, cuentos para leer bajo el paraguas, Capítulo, Bajo el 3º paraguas, de Norberto Álvarez Debans, Buenos Aires,1982-1985
Por Norberto Álvarez Debans
Me van a preguntar, ¿adepto a qué?, seguro. El Tío es adepto a la vida. Lo dice siempre; -"Amo la vida". Por eso casi no duerme, dice que el sueño es la muerte y la cama el ataúd. Ahora ha aprendido a dormir parado en el baño. Cuando termina de cenar; ve un poco de tele, lee un rato y luego va y se arrincona en el baño. Se envuelve los pies con una toalla. Se abriga con el sobretodo y apoyando una mano sobre el perchero, dormita (no duerme), y así, sueña en ese estado de vigilia que le da el dormir parado.
Todos en casa decimos que su amor a la vida lo está trastornando. Con decirle que casi no come. Tío explicó que comer gasta las muelas, el estómago y otras partes. Que si se come, se mata la vida. Entonces toma agua mineral, cualquier cantidad, por eso de que el agua purifica, y come frutas porque es más natural, y la manzana que es la fruta de la vida, y bla, bla, bla. Nosotros le decimos que es la del pecado, se lo dice papá en realidad. Tío afirma que es la de Newton, la de la fuerza de gravedad. Y como Tío a esto de no perder la vida le asigna cierta gravedad...¡Mira... es de creer o reventar!
Pero todo esto que les cuento, para no cansarlos, es sólo una mínima parte de lo que él hace para preservar la vida. Y lo peor del caso es que está influenciando a todos en la casa. Su adhesión a la vida ha contagiado a la Nona, que hasta hace muy poco ya se había entregado -como dice Pá- y sólo buscaba morirse. Pero tanto hizo el Tío Modestino que ahora ella tampoco quiere morirse y le ha agarrado unas ganas bárbaras de la inmortalidad. Los otros días por dormir parada terminó en el suelo, con un brazo quebrado, y fue todo un drama llevarla de madrugada al hospital. Para colmo de males Tío Modestino, que con el maldito asunto de dormir parado necesita como media hora para despertarse de la vigilia y hacer circular la sangre, ya que según nos dice se le queda toda en los pies, pero él pregona que es mejor todavía, porque así el corazón le trabaja menos.
Ahora, ¡es el colmo!, también Tía Pilar entró en la variante de Tío Modestino y se ha empeñado en preservar la vida. Ya se hizo un seguro en la creencia que este servicio, de por sí, le evitará la muerte. Pero por las dudas, no quiere cruzar más ninguna calle, por miedo a los accidentes. Así que desde que tomó esta decisión, sale de compras siempre y cuando el negocio este ubicado dentro de la manzana en que vivimos. Así es como se pasa dando vueltas a la manzana, pero jamás cruza la calzada. En todo caso sigue dando vueltas a la manzana hasta encontrar una vecina y cuando la ve le pide que se cruce y le compre lo que necesita en tal o cual negocio que está enfrente. Mientras tanto, ella sigue dando vueltas a la manzana, una y otra vez, porque así se ha acostumbrado. Y desde que contrajera esta manía, cuando la llaman a Tía Pilar, para que le alcance esto o aquello a algún miembro de la familia, (sobretodo Má), lo primero que hace es dar una vuelta sobre si misma. Seguramente en la creencia que está dando vueltas a la manzana. Así que la pobre Tía tiene una suerte de tic nervioso, ¡pero gigante!, que como cuenta Má; consiste en estar dando vueltas sobre si misma, cada vez que alguien le habla. Con decirles que el quiosquero de enfrente que la tiene bien junada la bautizó; "la calesita".
Tío Modestino es el culpable, el metió la cizaña en la casa, con esto de su adhesión a la vida.
Resulta que ahora Pá, ya no quiere afeitarse más. Por eso de que se puede cortar con la navaja y desangrarse. Así que se ha dejado crecer la barba y con la mishiadura que hay en la casa, con tanta locura junta por preservar la vida, el pobre viejo anda con una pinta de harapos que mata.
Para completar la desgracia que trajo Tío Modestino, Má ya no se quiere levantar de la cama, porque para ella, a pesar de lo que dice Tío, ve de lo más seguro estar en la cama para preservar la vida. Así que se la pasa acostada y meta dar órdenes de cómo hacer la limpieza, de cómo cocinar, de cómo como y como comemos.
¡Al carajo con todo esto! Les juro que a Tío Modestino le daría una patada en el culo, para que si se le pase la locura que tiene... pero pensándolo bien, descalzo no puedo, ¿sabes? Me ha agarrado un miedo bárbaro a ponerme los zapatos, por temor a que se me rompan los dedos ahí adentro. Y ahí sí que voy a terminar mi vida sin poder caminar, postrado o andando en una silla de ruedas.
Del libro de cuentos, inédito: Zangamanga, cuentos para leer bajo el paraguas, Capítulo, Bajo el 3º paraguas, de Norberto Álvarez Debans, Buenos Aires,1982-1985
sábado, 5 de mayo de 2007
Interacción débil en el arte, una fortaleza frente a la creación.
TEORIA
Interacción débil en el arte.
Por Norberto Álvarez Debans
Como pintor comienzo a realizar una obra con una base simple; una imagen y un pensamiento inicial que permite una interacción débil entre conceptos perceptuales para facilitar el cambio constante de la imagen:
-Cambiar formas.
-Cambiar colores.
-Cambiar interacciones entre formas y colores
-Cambiar el sentido de la obra.
-Cambiar el equilibrio ente planos y tensiones.
-Cambiar la obra mutando de un estado a otro constantemente.
Estas variaciones en el proceso son posibles solo desde una interacción débil del pensamiento conceptual que da sentido en el inicio del planteamiento estético de la obra.
Este gesto pictórico inicial permite una relación de fortaleza frente al arte final. Plantea una relación de extrema sensibilidad para el cambio, para la flexibilidad de ideas y otorga una seguridad: Arribar a un resultado final de obra apropiado a la necesidad inicial planteada y su elaboración durante la creación.
Debilidad inicial es fortaleza final en el arte.
Buenos Aires, mayo 2007.
Interacción débil en el arte.
Por Norberto Álvarez Debans
Como pintor comienzo a realizar una obra con una base simple; una imagen y un pensamiento inicial que permite una interacción débil entre conceptos perceptuales para facilitar el cambio constante de la imagen:
-Cambiar formas.
-Cambiar colores.
-Cambiar interacciones entre formas y colores
-Cambiar el sentido de la obra.
-Cambiar el equilibrio ente planos y tensiones.
-Cambiar la obra mutando de un estado a otro constantemente.
Estas variaciones en el proceso son posibles solo desde una interacción débil del pensamiento conceptual que da sentido en el inicio del planteamiento estético de la obra.
Este gesto pictórico inicial permite una relación de fortaleza frente al arte final. Plantea una relación de extrema sensibilidad para el cambio, para la flexibilidad de ideas y otorga una seguridad: Arribar a un resultado final de obra apropiado a la necesidad inicial planteada y su elaboración durante la creación.
Debilidad inicial es fortaleza final en el arte.
Buenos Aires, mayo 2007.
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