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viernes, 20 de noviembre de 2009

Te ruego que la leas

Cuento:
Por Norberto Álvarez Debans

Se que en ti hubo sutileza en todo lo que hiciste. Además, si hubo una primera vez, fue nuestro descuido. Así lo supimos aquel domingo cuando regresamos de Palermo y fue notar tu ansiedad por revisarlo todo, pero de esa manera que tuviste desde el principio. En nosotros, te confieso, privó la sorpresa por sobre el temor de hallarte aún en casa.

En un primer momento, nos pareció que habías ingresado, por aquella ventana que encontramos abierta. ¿Un decorador de la contradicción? Ya que fue ver todo en el lugar opuesto al elegido por nosotros, para lograr ese equilibrio de la casa y sus objetos; ese mundo en el que encontrábamos nuestras personalidades. Apenas entre, supe que eras una mujer. Quedó tu perfume flotando en las habitaciones y la delicadeza de los objetos retirados de sus lugares y puestos en posiciones opuestas, pero con cierto orden, con cierta valorización estética, como si privara en ti el arte por sobre tu actitud de robo.

Te confieso que aquella primera vez nos tomaste por sorpresa. Nunca nadie había entrado así en casa. La novedad, acompañada del razonamiento posterior produjo ese temor frío que nos invadió luego. Esa sensación que nos quedó de haber sido violados en nuestra intimidad, en nuestros placares, en esos cajones abiertos como exponiendo nuestra persona a tu curiosidad. Tan es así que fue correr cada uno dentro de la casa buscando las cosas más personales, las más queridas y verificar cuál de ellas no estaba. Y de alguna manera, si eso perseguías, hiciste con tu desorden que sin darme cuenta entráramos en una competencia doméstica tratando de determinar con mi mujer, a quién le habían llevado más cosas, que objeto no estaba más.

Veíamos pasar los días sin salir de la sorpresa de haber sido robados. ¿Porqué a nosotros? A medida que descubríamos nuevas faltantes, la vivencia de tus actos volvía a nosotros cada vez más seguido. Imaginando una y otra vez, hasta el cansancio, la forma de tu ingreso y los medios de los cuales te valiste para captar información. Y esa forma silenciosa y sutil de retirarte. Es más, a pesar de los días transcurridos, aún sentíamos tu perfume donde seguramente posaste tus manos o tu cuerpo. En mi escritorio, cada vez que corría la cortina que cubre la ventana, aspiraba tu perfume. Pero muy a mi pesar y como todas las cosas, la fragancia se fue diluyendo con el desabrido transcurrir del tiempo.

Y fue esa primera vez cuando mostraste tu personalidad de mujer. Por las prendas que te llevaste, por las alhajas que elegiste y sobre todo por la blusa y la pollera de mi mujer, haciendo juego. La entonación que buscaste con la acertada cartera y los zapatos, sé que fue como regalarte algo para lucirlo. Pero aún así, me agradó saber que te llevaste aquello... y tú sabías de mi aprecio. Sabías que ese gesto, esa delicadeza de dejarme un papelito en la mesa de luz serviría para conmoverme, para que te disculpara. Y ese último significante, "perdóname", escrito sobre la madera fibrosa, con ese lápiz de mina gruesa, aún así tenía la liviandad de tu trazo, esa gracia de mujer, ese pequeñísimo remordimiento que sentiste al llevarte aquello. Sabías el valor que tenía, lo mucho que significaba para mí.

La primera vez note que solo retiraste objetos de mi mujer y aquello que tanto extraño; luego te dedicaste a acomodar mis cosas en otros lugares, como jugando con los volumenes y las formas, reubicándolos a tu manera, después sentí que con ello me habías prevenido de tu próxima visita, casi agrupastes lo que te llevarías.

Cuando ya habíamos bajado la guardia, cuando casi ya no se hablaba del tema, entrastes otra vez. Fue mucho más burdo: la filmadora, el proyector, las cámaras fotográficas, las máquinas de calcular, eran valores que sobresalían por su tamaño, más que por lo que te iban a dar. No tocastes nada más. No abriste los cajones, eso sí; hojeastes el libro Alicia en el país de las maravillas y no sé porque lo hiciste, aún no lo sé... Volví a encontrar otro mensaje, esta vez un papelito sobre las camisas recién planchadas, te juro que me conmoviste al agregar mi nombre a la disculpa: "Tuve que hacerlo, perdóname Norberto"

Le escribí: "-Leí y releí Alicia en el país de las maravillas, y no sé, no supe porqué elegiste ese libro, tampoco se de dónde sacases mi nombre. Se que vas a intentarlo una tercera vez, porque me lo anunciastes otra vez, y te lo agradezco. Moviste todos los cuadros, el equipo de sonido y los televisores, como anunciándome, como explicándome que tu sola no tenías la decisión, que no era solamente tu responsabilidad, que la tercera vez sería en otra escala, quizás los muebles. Por esta razón te espero. Quiero comunicarme contigo, por eso te escribo esta carta, porque es la única forma que tengo de decirte todas estas cosas, porque no sé como jugar con tus objetos, tampoco podría, como lo has hecho vos con los míos. Pero también quiero decirte que si pretendías comunicarte conmigo, lo has logrado, con solo apreciar tu conducta, tu forma de realizar el trabajo, tu forma de ser. Esa actitud lúdica de mover mis cosas y el gesto de dejarme esos mensajes, por todo eso sé que me devolverás aquello, tan pequeño e insignificante para extraños, que te llevaste y que es lo único que tengo... lo demás es todo tuyo. Con afecto, Norberto" La doble y la dejé sobre un mueble.

Seis meses después, un fin de semana en que viajamos a Mar del Plata, se produjo la tercera visita a casa. Mucho más violenta, ya que imaginando el próximo robo, mi mujer quiso asegurar puertas y ventanas, reforzando las cerraduras. Tuvieron que forzar la puerta, destrozándola. La casa la encontramos casi vacía. Tres o cuatro días posteriores a este hecho, no lo sé con certeza, luego de sonar el timbre de calle, encontramos en el buzón de la correspondencia, una bolsita de papel madera. Tenía el perfume de aquel primer día, confieso que me sorprendió, hasta sentí cierta alegría.

Con ansiedad por abrirlo, casi rompo la esquelita que contenía: "Norberto, te devuelvo lo que querías y te ruego me perdones",.. Envuelto en la frágil servilleta de papel estaba el pequeño objeto que tanto apreciaba y una firma: ...Alicia.
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Del libro inédito: Zangamanga. 2º Capítulo. Norberto Álvarez Debans.
Copyright Norberto Álvarez Debans. Se autoriza su reproducción en trabajos académicos y en Internet, citando el autor y la fuente. (Blog)

5 comentarios:

Tatiana Aguilera dijo...

Norberto:

Te tomas tu tiempo pero cuando te decides a escribir, nos regalas detalles a pinceladas cortas, las suficientes para quedarnos con el gustillo en la garganta, sedientos de más, de saber qué sucederá, de indagar el por qué de las conductas humanas,y esa conexión que tenemos con algunas fragancias que nos demencian los sentidos.

Un saludo para ti, desde el otro lado de la cordillera que compartimos.

Sabina dijo...

http://amnesiablogart.blogspot.com/ tu arte es bueno, igualmente yo soi artista plastica visita mi blog, apenas comienzo pero ahi vamos.

Sabina dijo...

muy buen escrito http://amnesiablogart.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Aún cuando no he tenido la posibilidad de frecuentar tu blog tanto como desearía, la espera es compensada con el encuentro de creaciones como "Te ruego que la leas", encantadora desde su título... disfruto enormemente tus obras.

Un saludo, Liz.

Mmmonettt dijo...

muy arte tu arte. de lo mejor que se ve por la blogosfera, que me la tengo mui trillá