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lunes, 14 de junio de 2010

Tan mías.

Cuento.

Todas las mañanas; ¿sabes?, repetir la espuma cubriendo el rostro. Y así, casi la vejez de sólo una imagen con barba de jabón. Luego ese empecinamiento por manejar la filosa navaja, que contagiada de nieve, va develando la cara nueva. Entonces, las arañitas asomándose como buscando el sol, mirándome desde esa posición tan de costado. Y en ese desparpajo de piernitas negras; la inocente figura de ellas, colgando como helechos desde adentro de mis orejas, mirando atentas, mirándonos.
Es inevitable que sus piernitas crezcan y crezcan, y yo, que no pueda pasearme con las orejas llenas de ellas, colgando como plantas desde un balcón. Y es en esa constante presencia que creo advertir una pretendida amistad más allá de nuestras diferencias: ¡Ah!, pequeñas arañas en las cuevas de mis orejas...

Pero el destino es ineludible. Por eso cada tres o cuatro días debo hacerlo: Tomo sus piernitas, (con esa fría decisión propia del verdugo), y una a una las extiendo, mientras con la mano derecha agito la filosa navaja perfeccionando la dirección, entonces les corto las piernitas sin vacilar. Inmediatamente se inquietan, sus extremidades mutiladas se agitan y repliegan dentro de las cuevas de mis orejas, hasta que doloridas, desaparecen. Sólo por unos días... Todas las mañanas las espío, las vigilo a través del espejo. ¿Qué crees que hacen las muy porfiadas?: Vuelven a sacar las piernitas fuera de mis orejas. Desbordando nuevamente mis acústicas cuevas. ¡Pero lo sé, lo sé! Presiento un expreso pedido de perdón. Sin embargo, mientras la dejo -simulando no verlas- las muy traicioneras vuelven a exhibir las piernitas y no contentas con los límites alcanzados, crecen, crecen y crecen...

Por eso las mutilo, por eso las torturo, ¿sabes?, para que aprendan a vivir, para que no se muestren. Pero ellas quieren el sol, la luz, por eso de la vida. Te confieso que yo temo sus telas. Despertar envuelto en sus telas, algo peor; con la telaraña dentro de mi cabeza con los pensamientos cambiados. Es por eso que las mutilo. Y en esa transformación sin cesar, en ese sacrificio continuo, está el volver a ser nuevamente ellas, mostrándome su capacidad de rebeldía, de asomarse con vida nueva, con piernitas negras relucientes cercano a la cárcel de mis orejas.


Ahora sé que en ese sacrificio mutuo de marcar posiciones, de cortar y dejar crecer, voy manejando un equilibrio, tan necesario para mantener a ellas en su encierro, en los límites, y yo que si bien verdugo, tan de ellas...
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Copyright Norberto Alvarez Debans. Prohibida la reproducción, se autoriza la publicación en el ámbito de Internet, en trabajos académicos, haciendo mención del autor y el Blog.

4 comentarios:

Tatiana Aguilera dijo...

Qua aguda forma de mirar el otoño de la vida, has descrito un hecho que observo en mi padre, su semanal batalla con sus "arañitas"...
Un abrazo amigo.

Unknown dijo...

es fuerte y a la vez dicho en forma muy tierna.Una lucha desigual al final..a todos nos cuesta algo en todas las estaciones, algo o mucho, no hay vuelta.
Cariño, me encanto.
picamiel

adn dijo...

Hola Taty!
Los cuentos tienen siempre una observación previa de la realidad, lo demás es todo fantasía. Como escritora sabés que nuestra mente siempre esta modificando esa realidad y la llena de un imaginario y significaciones que rozan la persona.
Un abrazo, Norberto

adn dijo...

Hola Picamiel!
Cuando pensé este cuento trate de acercarme al pensamiento enfermo de un torturador. Busqué contrastar la ternura del pensamiento enfermo, con la violencia del acto cometido. Lo llevé a una construcción cotidiana, muy simbólico. Dudé en publicarlo, por lo violento. Me alegra que te halla agradado leerlo.
Muchos cariños, Norberto