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martes, 21 de julio de 2009

Vos te animastes, yo no.

Cuento:
Por Álvarez Debans

Entonces fue de repente que me encontré meditando en esa forma que habías tenido de pararte frente a los problemas y pensarlos y repensarlos, en una interminable secuencia de dudas, sin solución aparente. Pero sé que fue por nuestra conversación previa -por ese comienzo- por el día, por la lluvia, por ese desenlace. Todo se unió para tramar el destino. Después fue mi carrera bajo el agua, y el refugio que busqué en el bar, (en el que nos habíamos citado tantas veces, con tantas esperanzas), por eso fue que no resistí el impulso de entrar.

"Desde la mesa, en que muchas veces se habían ubicado, Tomás imaginaba lo que habría sido la espera, mirando hacia la calle, ansiando ver la figura de Adela con su sacón rojo, chorreando agua y sosteniendo el paraguas olvidado"
Pero en ese lugar de la peatonal, que veía desde aquí, en ese lugar que deberías ocupar con tu llegada, se ubicaba ese artificioso plantero, iluminado con una luz anaranjada, que mezclaba la idea del sol con la realidad de la lluvia. El agua caprichosa, rebotaba en la lámpara que inútil proponía la luz del día. Y esas gotas, en una danza de saltos me mostraban tu ausencia, porque deseaba verte aparecer tras la puerta de vidrio, tapando esa solitaria imagen callejera. Pero el agua, siempre el agua,.. Inevitable caía, caía, caía, como en esas visiones últimas, regresándome a ese punto fijo.

"Si Adela hubiese entrado en el bar de las citas, a explicarle un montón de cosas a Tomás, seguro que pediría como siempre que privaran sus pensamientos, en esa forma de ver las cosas tan particular que tenía, siempre contraría al sentido de las reflexiones de Tomás, siempre en contra de la realidad que él veía. Por eso seguramente, Adela hubiese entrado sin una solución conciliadora."
Entonces hubiésemos llegado a un punto de la conversación en que no sabríamos si aprobar los conceptos tuyos o los míos. Porque hubiésemos caído en esa gestación de las ideas, lindando con la filosofía, la elaboración de los ideales del prototipo social, y lo humano. Y nosotros y nuestros comportamientos y la suprema conducta de la moral y la explicación de lo universal, que tanto te agradaba. Y en ese momento nos hubiésemos dado cuenta que -después de horas de discusiones- volveríamos al punto de partida, a fojas cero. Al mismo lugar desde donde habíamos partido cuando decidimos la pareja y entusiasmados nos proponíamos proyectos, pensando que no habría obstáculos, y si los hubiere, los destruiríamos armados de nuestra capacidad de entendimiento, por nuestra forma de razonar, que nos hubiese llevado a un triunfo por sobre las habladurías...
-¿Qué dice?, ah, sí; ¡Un café mozo!

"Llovía tanto...Tomás sabía que no vendría Adela. Sin embargo tenía ganas de verla otra vez. Deseaba hablarle, no era posible que volviera a cuestionarle las bases de una relación lograda a partir de saber lo diferente que eran, pero aún así, ya casi habían encontrado el camino hacia el entendimiento, buscando el triunfo a pesar de declarado fracaso, que tanto les habían profetizado las amistades."
Por eso antes de comenzar la discusión hubiera sido necesario que te alertara, para que no iniciaras esas horas en que el tiempo se te deslizaba en una mezcla vana de palabras, en las cuales cada uno de nosotros buscaba la brillantez del diálogo, la elocuencia, los significados y los conceptos profundos. Agregando gestos y códigos emotivos acostumbrados, vertidos en una competencia por lograr el triunfo de su inteligencia avasallando al otro, demostrando su habilidad personal, cuando en realidad nos dábamos cuenta después, que a pesar de todo lo que decíamos seguiríamos vos y yo, mezclando lágrimas. Pero de esa forma, parados frente a los problemas sin resolverlos, buscando ayuda entre los amigos, olvidándonos así de las críticas. Vos que consultabas a tus amigas, y yo, que si hubiese planteado los míos a mis conocidos me hubieran dicho la de siempre:
-Buscate otra mina Tomás. No jodas más con esa, pasale poca bola che, larga...

"Tomás imaginaba esa espera, como le había ocurrido otras veces, como si hubiese querido convencerse que Adela iba a venir. Deseaba verla en su mesa, porque llovía, por su soledad irreparable. Porque ya no le importaba que se parara frente a los problemas, en esa forma tan particular de verlos sin resolverlos y luego ese enojo tan de Adela, castigándolo con el silencio, que ahora se le antojaba interminable".

Si hubieses vuelto, se que anudarías palabras unas a unas, se sucederían gestos y llantos, tras los cuales te escudarías, elaborando una interminable discusión, tras la cual te ubicarías en la cima. Para guiar desde allí la agonía de vivir nuestros propios disgustos, dentro de un destino que hoy lo quiso así. Pero sé que quedó tu paraguas tambaleándose sobre el muelle, rehusando caer...como yo. En una última imagen te hundías en ese mar embravecido... con tu sacón rojo,..bajo una cortina de agua, que antes de decidirnos nos había bañado a los dos, pero vos te animaste, yo no...

-Mozo;.. ¿Qué le debo?
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Cuento del libro inédito: Zangamanga